miércoles, 24 de octubre de 2012

Hunt, bad boy en la F1 24-10.1976



EN UN 24 DE OCTUBRE DE 1976                HUNT, CAMPEÓN DEL MUNDO F-1



Ángeles y demonios
 

Se dice en la cultura popular japonesa, que en un día despejado, se puede apreciar la cima del Monte Fuji desde las afueras de Tokio. Aquel 24 de Octubre de 1976, para desgracia de Niki Lauda, apenas se podía ver las laderas del imponente volcán desde el homónimo circuito de Fórmula 1 que yace a sus faldas. Llovía. Japón era la última cita del campeonato del mundo, una temporada de sobre saltos, y en el que dos hombres iban a disputarse el campeonato. 




A falta de cinco minutos para comenzar la carrera, el Ferrari de Niki Lauda, líder del campeonato, con 68 puntos, estaba alineado en segunda fila. A su lado, Lauda realizaba un ritual que para él se había convertido en una tortura. Se ajustaba la balaclava sobre las heridas de su rostro desfigurado por las quemaduras.  Meses después del accidente, todavía  lágrimas de dolor brotaban de sus ojos. Delante suyo, en primera línea, el McLaren, solitario, de James Hunt, que con 65 puntos era su único rival por la corona mundial. ¿Dónde demonios estaba Hunt?

Patrick Head, en aquella época ingeniero de Williams, camina por el box de su equipo, apremiado pues en cinco minutos comenzaría la vuelta de formación. Al entrar, se encuentra a Hunt con el mono bajado hasta los tobillos, y su miembro viril en la boca de una exótica azafata. Al ser descubierto, Hunt, sonríe. Quedan apenas tres minutos para que arranque la carrera, y el inglés, a carrera limpia por boxes, llega hasta el McLaren y se sube para iniciar el gran premio de su vida. Dos maneras diferentes de afrontar la competición y la vida, pero un campeonato sensacional.





Un circuito, una curva, marca el desarrollo del campeonato. Bergwerk, Nordschleife. Lauda llegó al G.P de Alemania con 58 puntos, y un liderato muy sólido. Hunt, venía de ganar en Brands Hatch, y con 35 puntos, era en ese momento su principal rival. Antes de que el accidente de Lauda alterara el transcurso del campeonato ya habían saltado chispas entre Ferrari y McLaren, y colateralmente, entre Lauda y Hunt.  Ferrari alegaba que el bólido de McLaren no se ajustaba a reglamento. En el circuito de Jarama, tras el G.P de España, se descubrió que el coche de Hunt excedía la anchura máxima y ello generó un conflicto de despachos que finalmente se saldó en favor del británico, que mantuvo los puntos. No sucedió lo mismo con el resultado de Brands Hatch. Con Lauda todavía convaleciente, Hunt fue desposeído de su victoria, ya que realizó la segunda salida con el muleto contraviniendo reglamento.

Niki Lauda, como estoy convencido que ustedes conocen, estuvo al borde de fallecer como consecuencia de las quemaduras sufridas en el viejo Nürburgring.  En una recuperación milagrosa, volvió a pilotar ante los tifossi, en Monza, tras tres carreras de ausencia, en las cuales Hunt cosechó dos victorias y un cuarto puesto. En el autódromo italiano, y más allá del morbo que generó su regreso apenas un mes después de su accidente, el Lauda piloto quedó eclipsado. El dolor, y como confesaría más tarde, el miedo, le hicieron ver que pese a tener una ventaja amplia, la lucha por retener el campeonato iba a ser más que pírrica. Tras dos carreras fuera de los puntos, en Canadá, penúltima cita del calendario, Lauda terminó tercero, sumando siete valiosos puntos, y volviendo a sentirse piloto. “En Canadá no gané el título, pero gané algo más importante: me convencí que podría volver a pilotar al nivel anterior al accidente





La lluvia arreciaba sobre el Monte Fuji. En la salida, el campeonato parecía decidido. Lauda, que partía cuarto en parrilla, se quedó totalmente clavado y fue rebasado por casi todo el pelotón. Las secuelas del accidente en el Nordschleife le había desprovisto de las pestañas, y dañado los párpados, por lo que el agua cuando rompía el débil sellado del casco, le entraba directamente en las córneas.  Tras una vuelta, decidió que no tenía sentido seguir en esas condiciones y se quedó esperando a Godot en el muro de Ferrari. Hunt tenía que terminar en el podio para ser el nuevo campeón del mundo.

La vida de Hunt hace que las andanzas de personajes como Mario Balotelli, sean meras diabluras de escolares. Se pasó la semana del gran premio “concentrado” en el hotel Hilton de Tokio. Durante esa semana cortejó a las azafatas de la British Airways montando orgías en las que el piloto de McLaren gozaba de sexo en grupo, y en las que tampoco faltaba el alcohol y el cannabis. Barry Sheene, campeón del mundo de 500cc ese mismo año, fue su más fiel compañero de farra en esta semana loca que culminó con el vuelo de regreso a Japón. Los mecánicos de McLaren fueron detenidos en la aduana cuando intentaron acceder al avión privado con unas cantidades de alcohol suficientes para montar un cotillón de Nochevieja. Sólo después de que Malboro, patrocinador personal de Hunt, garantizara que habría barra libre a bordo, Hunt y Sheene accedieron a embarcarse de regreso.




Pero ganar el título no iba a ser cosa fácil para Hunt. Los neumáticos fueron un arma de doble filo para los equipos aquella temporada. Hunt lideraba cómodamente la carrera en Japón, cuando comenzó a tener problemas de gomas. Teddy Mayer, jefe de equipo de McLaren, decidió estirar la posible parada temeroso de que pudiera perder la tercera plaza. Este movimiento de demostró equivocado, pues Hunt sufrió un pinchazo y apenas pudo entrar en boxes a tres ruedas a cambiar neumáticos.  El contratiempo le costó caer hasta la quinta posición, pero en una fabulosa remontada, cruzó la meta tercero. Lo más gracioso, es que la única persona que no sabía que era campeón del mundo era el propio Hunt. Cuando la nube de fotógrafos esperaba al flamante campeón, Hunt se bajó de su monoplaza hecho un basilisco recriminando a Mayer el error táctico entre palabras gruesas. Mayer le mostraba tres dedos, indicándole su posición final. Hubo que esperar a que el inglés se calmara para que pudiera celebrar su título mundial.

James Hunt murió en 1993, con 44 años, justo en el momento que parecía que por fin había asentado la cabeza. Nunca más volvió a ganar un título mundial, aunque tampoco dispuso de un monoplaza para ello. Vivió, como condujo, al límite, pero casi siempre fue feliz a su manera. Quien esté libre de pecado, que engrane la primera marcha.


 J.J Muruzábal @Mr_Chon